Como corresponde a una sociedad que ha caído en la apostasía
y en el paganismo, sus personajes más famosos , interrogados por los medios
acerca de la salida de Inglaterra de la Unión Europea, dan todos respuestas en
función de cuestiones económicas, que si los mercados , que si las bolsas, etc.
etc.

La actual unión Europea y otros proyectos análogos
anteriores, son enemigos poderosísimos de la confesionalidad católica del
Estado español, que es el primer punto del lema tradicionalista “Dios, Patria, Fueros,
Rey”, y el primero también de los fundamentos de la legitimidad española, a los
cuales, ”refutando los intangibles”, tendrán que atenerse el Regente y sus
sucesores designados por el Rey legitimo Don Alfonso Carlos en su R. D. 23-1-1936. La Unión Europea es un artefacto
judeomasonico muy celoso de evitar que España sea un Estado católico.
Por tanto, todas las desgracias que puedan llevar a su
desmoronamiento nos liberan de su presión política anticristiana y nos llenan
de júbilo. Mucho más dinero aún que el que me va a tocar perder como español
por esta crisis de la Unión Europea, daría yo gustoso porque se terminara de
borrar del mapa tal engendro.
Alguno dirá que en la situación política actual de España ya
no nos queda nada religioso que perder. Ese es un error, nos distingue de otras
naciones de la vieja Cristiandad que también han apostatado, que aquí queda un
rescoldo, el Carlismo, que alimenta la esperanza de una nueva Reconquista
católica. Otros pueblos han perdido hasta eso, nosotros no. Aquí quedan la
esperanza y la ilusión de una oportunidad de reconstruir un Estado católico y
que se ha de conseguir cueste lo que cueste, aunque vaya asociado al enorme
precio que nos va a tocar pagar por el hundimiento definitivo de la todavía
amenazante presencia de ese adversario, que es, después del laicismo instalado
en ciertas alturas vaticanas, la Unión Europea.
El proceso de desmoronamiento de los artefactos de Bruselas,
y su efecto dominó es una oportunidad que se nos presenta para impulsar el
apoyo político de la religiosidad de nuestro pueblo, liberado de presiones
extranjeras.
Manuel de Santa Cruz
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